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La Samonelosis, una toxiinfección alimentaria.

salmonella

– Marina Muñoz Cervera –

Causada por la bacteria Salmonela, la Salmonelosis es una de las enfermedades de transmisión alimentaria más frecuente.

Seguramente casi todos hemos oído hablar de esta enfermedad sobre todo relacionada con los huevos y productos derivados.

En la gran mayoría de los casos, se trata de una enfermedad leve, sin embargo, puede ser desde grave hasta mortal. La gravedad de su padecimiento depende de factores relacionados con la persona susceptible y de la patogenicidad del serotipo bacteriano involucrado. Es decir, si estamos fuertes, con las defensas en buen estado y nuestra flora intestinal beneficiosa está bien, tenemos muchas posibilidades de padecerla de forma leve.
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Polémica sobre el «adecuado» uso de los probióticos.

– Marina Muñoz Cervera –

Hoy día 5 de julio de 2012, el Confidencial ha publicado una noticia que refleja la controvertida polémica que se ha desatado sobre el uso de los probióticos (1).

La FAO (Food Agriculture Organization) dice sobre los Probióticos: «Los efectos beneficiosos en la salud humana y la nutrición de los alimentos con micro-organismos vivos agregados (probióticos) han sido cada vez más reconocidos por los profesionales de la salud. Trabajos científicos recientes sobre las propiedades y funcionalidad de los micro-organismos vivos en los alimentos señalan que los probióticos desempeñan una importante acción en las funciones inmunológica, digestiva y respiratoria y podrían tener un efecto significativo en el alivio de las enfermedades infecciosas de los niños y de otros grupos en alto riesgo. Habida cuenta de la creciente popularidad de los alimentos probióticos y la falta de consenso internacional sobre los métodos para evaluar su eficacia e inocuidad, la FAO y la OMS iniciaron trabajos para examinar la evidencia científica acerca de los aspectos funcionales y de inocuidad de los probióticos en los alimentos»(2).

Como vemos este organismo de Naciones Unidas se refiere a su uso en casos concretos y no de una forma generalizada para toda la población, es más, al reconocer la amplitud de su uso, contempla la necesidad de más estudios para comprobar sus características funcionales e inocuidad.

Y, sin más, os dejo la noticia que mencionaba:

¿NOS HACEN ENGORDAR ESTE TIPO DE LÁCTEOS? La batalla de los probióticos
Miguel Ayuso 5 de julio de 2012

Según un informe conjunto de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los probióticos son “microorganismos vivos que, cuando son suministrados en cantidades adecuadas, promueven beneficios en la salud del organismo huésped”. Aparentemente la afirmación no deja lugar a dudas y parece comúnmente aceptado que estos microorganismos, que constituyen el reclamo de numerosos productos lácteos –el Actimel es el más popular–, son beneficiosos para la salud. Pero lo cierto es que la comunidad científica no ha llegado a un consenso sobre el tema, y hay numerosas voces críticas con sus supuestos beneficios.

En 2009 el conocido biólogo Didier Raoult –el investigador francés con más publicaciones de la actualidad– público un polémico artículo editorial en la revista Nature titulado Probiotics and obesity: a link?, en el que aseguraba que los yogures y otras bebidas lácteas repletas de probióticos tendrían una gran parte de responsabilidad en la epidemia de obesidad que afecta principalmente a los niños. “Desde mi punto de vista existe un riesgo, que puede estar causando un problema de salud real en humanos, al promover el consumo de productos que contienen bacterias que se han asociado con la ganancia de peso en la industria ganadera”, afirma con rotundidad. Por ello el doctor propone que “antes de que los probióticos y prebióticos puedan ser considerados como seguros, es imperativo que sean testados en modelos experimentales para evaluar la propensión de dichos productos a causar obesidad en humanos”.

El artículo tuvo gran repercusión en la comunidad científica, empeñada mientras tanto en demostrar los efectos beneficiosos de los probióticos y, aunque han pasado tres años, nuevos acontecimientos lo han puesto de actualidad. El mes pasado la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) emitió un dictamen que obligaba a cambiar la promoción de los productos probióticos. Preparados lácteos como el famoso Actimel ya no se podrán vender usando como reclamo sus supuestos beneficios para la salud ya que, según la agencia, no existen las suficientes evidencias científicas para asegurar tal cosa.

Una batalla encarnizada

Tras el anuncio de la EFSA muchos blogs han recuperado el artículo de Raoult creando un cóctel explosivo que ha levantado ampollas entre la industria alimentaria, a la que se acusa de haber forzado los supuestos beneficios de los probióticos sufragando investigaciones al respecto para hacer dinero con sus productos.

La Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas (AEDN) ha emitido un comunicado en el que asegura que las afirmaciones que asocian probióticos y obesidad son “un bulo difamatorio sin base científica y que puede generar una alarma desmedida e innecesaria en la población”. Según la AEDN, Raoult no ha analizado correctamente la evidencia científica y, además, no se ha interpretado correctamente su artículo que –como afirman acertadamente– no es un estudio sino un texto de opinión en el que el doctor francés deja claro que “se necesitan más y mejores estudios que ofrezcan luz sobre estos aspectos”.

Pero, ¿qué hay de cierto en las afirmaciones de Raoult? Lo único seguro es que hay estudios para todos los gustos. El doctor francés no es el único que ha estudiado la posible vinculación entre probióticos y obesidad. Un grupo de investigadores del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA), dependiente del CSIC, publicó, también en 2009, un artículo en la revista ACTA Pediátrica, en el que afirmaban que las evidencias científicas “demuestran una relación entre la composición de la microbiota intestinal y la obesidad”, pero al igual que Raoult, advertían de la necesidad de nuevas investigaciones.

Al margen de esta línea de investigación, hay también numerosas publicaciones científicas que aseguran que los probióticos son beneficiosos para la salud. En nuestro país existen numerosas investigaciones al respecto e, incluso, una agrupación de científicos, la Sociedad Española de Probióticos y Prebióticos (SEPyP), que ha elaborado un documento de consenso al respecto firmado por más de cincuenta investigadores. Según esta Sociedad existen cepas probióticas con eficacia demostrada para indicaciones concretas sobre el sistema inmune que ayudan, por ejemplo, a prevenir infecciones, y otras con eficacia para indicaciones concretas de salud gastrointestinal.

Según un estudio los alimentos probióticos no son perjudiciales pero tampoco tienen beneficios para la salud. Todas las afirmaciones de la SEPyP están respaldadas por rigurosos artículos científicos. El problema es que también hay numerosos estudios, igual de válidos, que afirman lo contrario. Un artículo de la Universidad de Ontario del Oeste de Canadá, publicado el pasado octubre en la revista Science, mostraba los resultados de unas pruebas realizadas con niños gemelos y ratones que, tras estar un mes tomando yogures con probióticos, no mostraron ningún tipo de cambio en las colonias bacterianas. Según este estudio los alimentos probióticos no son perjudiciales pero, al contrario de lo que afirman muchos dietistas y científicos, no tienen ningún beneficio para la salud, algo que cuadra con las conclusiones a las que llegó la autoridad alimenticia europea.

¿En qué quedamos?

Moises Laparra, investigador del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA), donde se ha investigado en profundidad el tema asegura que “hay que tomar una posición cauta” respecto a los probióticos, ya que es un tema que se sigue discutiendo. En su opinión, hay que dejar claro que “son productos con funcionalidad biológica que no son medicamentos, pero se parecen más a éstos en cuanto al uso al que se les está orientando, que a un alimento convencional ”. “Las bacterias”, explica, “pueden ser beneficiosas para un efecto, pero en otras condiciones pueden no serlo”. Los posibles beneficios cambian no sólo según la especie sino, tal como explica el investigador, según la cepa: “Una marca de alimentación puede coger un L.Casei [el célebre probiótico de los Actimel] de una cepa distinta a la que se le atribuyen beneficios y comerciarlo como si los tuviera”.

Este tipo de tretas son las que, según Laparra, trata de evitar la nueva regulación europea: “No se trata de prohibir. Lo que exige la regulación es que se anuncien sólo los beneficios sanitarios de los alimentos que cuenten con los suficientes avales científicos. El L. Casei tiene algunos beneficios, pero no hay suficientes estudios detrás que los respalden. Si no se regula esto se incrementa el precio a los alimentos promocionando unos efectos que en realidad no tienen». Algo que, según el doctor, es evidente en Estados Unidos, donde la legislación es mucho más laxa a este respecto.

Según Laparra, tampoco existen las suficientes evidencias para afirmar con rotundidad que los probióticos puedan favorecer la obesidad: “Hay estudios que constatan que los microbióticos ayudan a extraer energía de la dieta, lo que puede dar lugar a una ganancia de peso. Pero esto sólo se ha probado en animales de laboratorio y depende de cada microbiótico en concreto”. Según el investigador, está claro que hay un vínculo entre la composición de la microbiota intestinal y la obesidad, “pero basta comprobar si es causa o consecuencia”. Por ello las afirmaciones de Raoult le resultan un tanto exageradas, pese a que tengan parte de razón: “Yo no negaría ni afirmaría tajantemente nada”.

Fuentes:
(1) http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2012/07/05/la-batalla-de-los-probioticos-101340/
(2) http://www.fao.org/food/food-safety-quality/home-page/topical-issues/probiotics/es/

Imagen: http://2.bp.blogspot.com/-YDzCNA0Urxo/T678oNKkmQI/AAAAAAAACCU/iqE6RI-JF2E/s1600/probioticos_0.jpg