– Marina Muñoz Cervera –
No todo lo que se cuenta sobre alimentación debe ponerse en practica.
Según nos cuenta, hoy 12 de diciembre de 2013, el Confidencial, en un artículo que lleva por título «No todas las calorías son iguales: cómo ganar kilos pese a comer poco», un entrenador quiso probar en su propio cuerpo el efecto de dos tipos de alimentación, ambas con un exceso calórico, pero en una, la abundancia de calorías procedía de los carbohidratos y en la otra, de las grasas.
Os cuento la interesante historia, que incluyo dentro de la Categoría Curiosidades en alimentación, porque al tratarse de un experimento individual, no podemos extrapolar los resultados obtenidos por su protagonista.
La historia de un «experimento» personal.
«Hace unos meses, un entrenador personal de Londres, Sam Feltham, cambió su dieta para ingerir 5.000 calorías cada día –una cantidad muy por encima de lo recomendado–. Durante tres semanas siguió la dieta baja en grasas, compuesta en un 63% de carbohidratos, un 13% de proteínas y un 22% de grasas, comiendo pan de ajo, lasaña baja en calorías, bollos, yogures light, arroz con leche, magdalenas y pan integral; las tres semanas siguientes cambió a la dieta rica en grasas, compuesta en un 72% por grasas, 22% de proteínas y sólo un 5,9% de carbohidratos, y se alimentó a base de huevos, caballa, filetes, vegetales verdes, aceite de coco, frutos secos…»
«Según la hipótesis del balance energético, Feltham debería haber ganado el mismo peso con ambos regímenes –ya que mantuvo exactamente el mismo nivel de actividad física–, pero no fue así. Con la dieta que primaba los carbohidratos Feltham ganó más de 7 kilos de peso y 9,5 cm de cintura, con la dieta que primaba las grasas Feltham ganó poco más de 1 kilo de peso y perdió 2,5 cm de cintura».
«La dieta rica en carbohidratos no sólo hizo que Feltham ganara muchísimo peso, además alteró todos los indicadores corporales asociados a la alimentación. “La dieta le provocó síndrome metabólico”, ha asegurado al Daily Mail el doctor Aseem Maholtra, cardiólogo del Royal Free Hospital de Londres, que es el primer paso para desarrollar riesgos cardiovasculares o diabetes. “Particularmente preocupante fue el aumento de triglicéridos, que se cuadruplicaron, y la bajada en los niveles de HDL, el colesterol ‘bueno”. Además, añade, “el nivel de inflamación de su hígado se duplicó, algo que está vinculado con la diabetes y las enfermedades cardiovasculares”
Lo que habéis leído es lo que nos cuenta la noticia, un deportista, se sobrealimenta durante seis semanas, aumentando en mucho el número total de calorías que su organismo necesita para vivir haciendo deporte. Durante las tres primeras semana su alimentación está sobrecargada de glúcidos o carbohidratos y es escasa en grasas, y durante las tres semanas siguientes, está sobrecargada con grasas y proteínas y es escasísima en carbohidratos. El resultado, según nos cuentan, es que durante las tres primeras semanas engorda 7 kilos y gana 9,5 cm de cintura; durante las tres siguientes, engorda 1 kg y pierde 2,5 cm de cintura.
Sin entrar en valoraciones, porque es muy aventurado hacerlo sin datos suficientes, en ambas, hay un desequilibrio alimentario, si en la primera aportó mucho glúcido y aparentemente poca grasa y digo «aparentemente» porque el exceso de carbohidratos se transforma en grasa saturada, tiene sentido que engordase porque no solo su alimentación fue rica en glúcidos también lo fue en grasa endógena (de producción interna) del tipo saturado.
En cuanto a la segunda dieta, quemó una parte de las grasas saturadas inducidas por la primera, para obtener energía (en forma de cuerpos cetónicos – es lo que hace nuestro organismo para adaptarse a la situación de emergencia que supone la precariedad en el suministro de glúcidos -) y su aporte, por los alimentos que describe la noticia, fue en base a grasas moninsaturadas y poliinsaturadas, es decir, suprime la producción interna en base a la grasa saturada generada dentro del organismo por el exceso de carbohidratos y también el consumo de alimentos ricos en grasa saturada; tiene sentido que adelgace al suprimir casi por completo (excepto el huevo por lo que describe la noticia) el aporte de grasa saturada, tanto interno como externo.
Un experimento aislado, a pesar de que las dietas con exceso de grasas y proteínas y escasas en carbohidratos, tienen adeptos, no nos permite extrapolar; sin embargo, y a pesar de que estas dietas se usan corrientemente obteniendo resultados inmediatos, hay muchísimos expertos y, entre ellos, la Organización Mundial de la Salud, que no recomiendan ese desequilibrio, pues suprimen el principal combustible para nuestro organismo que son los glúcidos y, a largo plazo, el desequilibrio generado se manifiesta, entre otras maneras, engordando más, en el momento en que se reintroducen los glúcidos en la alimentación. Tampoco recomiendan una sobreingesta de carbohidratos o glúcidos, como es el caso del experimento, pues estamos duplicando el exceso, no solo sobrecargamos los glúcidos, volvemos a sobrecargar de grasas saturada porque así dispone nuestro cuerpo de los excesos.
Puede suceder que, con el tiempo, se establezcan dos «corrientes alimenticias», relativamente dispares entre ellas:
– En una de ellas, recomiendan, abastecer al organismo, dentro de un «equilibrio alimentario», con el combustible que necesita o del que mejor dispone para el desarrollo de nuestras funciones vitales, que son los glúcidos o carbohidratos. Matizo el concepto de equilibrio porque poniendo el símil de un coche, si intentamos llenar un tanque con gasolina dos veces consecutivas, queda claro, que la primera vez nos cabrá en el depósito, pero la segunda se nos va a derramar por el suelo de la gasolinera.
– En la otra, suprimen casi por completo los glúcidos o carbohidratos (con el riesgo de cetosis) y proponen que obtengamos energía en base a grasas y proteínas, es decir, en base a la formación de cuerpos cetónicos, de los que nuestro organismo y sobre todo nuestro cerebro, está demostrado, hasta el momento, que no se alimenta bien. El símil que se podría utilizar es el siguiente: para que funcione un coche mezclamos un poco de gasolina con aceite u otro producto similar; al principio va a funcionar pero no sabemos cuánto tiempo va a rodar y desde luego, seguro que la mecánica lo nota y no a largo plazo.
Tengo claro que si tuviera que escoger entre las dos opciones, me quedo sin duda con la primera, pues es la que practico desde hace años y defiendo como fuente de salud, dentro de un equilibrio alimentario. No obstante, cada organismo es un mundo y si tenemos dudas al respecto tendríamos que consultar a expertos para que nos orientasen sobre el caso concreto.
Os dejo el enlace de un artículo por si queréis profundizar en el Síndrome Metabólico mencionado en la noticia: Síndrome metabólico
Enlaces relacionados:
Hacia un equilibrio en la alimentación.
¿Qué pasa si comemos pocos glúcidos y muchas grasas y proteínas?
¿Sabemos manejar las grasas en nuestra alimentación?
Obesity and metabolic syndrome.
Fuente:
Miguel Ayuso. El Confidencial. «No todas las calorías son iguales: cómo ganar kilos pese a comer poco». 12 de diciembre de 2013.
Última revisión: 07-03-19