– Marina Muñoz Cervera –
La sobrealimentación activa los sistemas de recompensa del cerebro.
Según refiere Paul J. Kenny, Profesor del Instituto de Investigación Scripps de Jupiter, en Florida, en un experimento permitieron que las ratas accediesen de forma ilimitada a su comida habitual así como a una zona repleta de apetecibles alimentos hipercalóricos como salchichas, tarta de queso, chocolate. Las ratas disminuyeron su ingesta de alimentos sanos y consumieron casi exclusivamente comida rica en calorías. Ganaron peso hasta volverse obesas.
Seguidamente, mediante un pulso de luz advirtieron a las ratas de un impacto desagradable mientras comían. Las que ingerían alimentos sanos, los abandonaban y se iban corriendo, pero las obesas continuaban devorando la comida hipercalórica, ignorando la advertencia que habían aprendido a temer. «Su deseo hedonista prevalecía sobre su sentido básico de supervivencia».
Los descubrimientos de Paul J. Kenny su grupo, se parecen a otros realizados con anterioridad por Barry Everitt en la Universidad de Cambridge, la diferencia entre ambos experimentos, radica en que estas últimas ratas eran adictas a la heroína.
El grupo del Profesor Paul J. Kenny investiga en su laboratorio los mecanismos que intervienen en la drogadicción, la obesidad y la esquizofrenia, así como los tratamientos para estos trastornos.
En cuanto a las ratas objeto del experimento ¿podría pensarse que tienen adicción a la comida? Lo cierto es que presentan un síntoma habitual en las adicciones y es la incapacidad para reprimir un comportamiento a pesar de las consecuencias negativas para la salud.
¿Qué paralelismo se puede obtener entre el experimento y las personas obesas?
Casi todos los obesos afirman que desean consumir menos, sin embargo continúan comiendo más de lo necesario aunque saben que ello les va a traer consecuencias negativas para su salud y su vida social. Se trata de una conducta compulsiva similar a la encontrada en la investigación.
El investigador nos dice que «algunos estudios demuestran que la sobrealimentación activa los sistemas de recompensa de nuestro cerebro y, en algunas personas, la magnitud de ese efecto vence a los mensajes que el cerebro les envía cuando ya han consumido suficiente y cuanto más comen más quieren comer, al igual que ocurre con algunas drogadicciones como el alcoholismo y otras».
No me cabe duda de que es una hipótesis muy digna de tener en cuenta.
Todos los días surgen estudios que nos van orientando hacia un sentido u otro, no obstante, e independientemente del contenido, lo importante es que se lleven a cabo pues gracias a los mismos la ciencia se llenando de luz y de ahí surgen los tratamiento que combaten las enfermedades.
Me imagino que si a los pobres animales de experimentación además de la comida hipercalórica les obligan a beber un litro de soda (refresco azucarado) al día, engordarían aún más, pero especulaciones a parte, y teniendo en cuenta que estos múridos no hacen deporte, prefiero no cometer un sesgo comparativo.
En realidad, el interesante artículo en el que se basa esta entrada, invita a la reflexión y quizás nos ayude a pensar que, en ocasiones, solo podemos afrontar un problema cuando sabemos que existe.
Enlaces relacionados
Efectos de las comidas ricas en grasas y azúcares.
¿Nos vuelven adictos a la “comida basura”?
Fuentes:
– Paul J. Kenny. «Adicción a la comida». Revista Investigación y Ciencia. Noviembre 2013.
– The Kenny Laboratory. The Scripps Florida Research Institute.
http://www.scripps.edu/kenny/
Imágenes:
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